viernes, 26 de junio de 2009

Una Voluta(V)

Reflejos incesantes se arremolinan a mi alrededor mientras trato, desesperado, de evadirme por completo de ellos y concentrarme en mi objetivo final: el finalizar la columna, con juntas y escalas, geniales ambos. Pero cierra o abra, demonios malditos de noches pasadas me torturan, no me dejan escapar. Al final lo consigo, defino imágenes débiles que se desvanecen ante las voces, una, y otra, y otra vez. Y al fin lo logro.

La gente, las voces, todos comentan la jugada, y se unen en mis pupilas para regalarme con un mural trillado de hojas doradas.

Receta:
- 24 Horas sin dormir
- Un cigarrillo a medio acabar
- Un líquido deslizante
- Dos comprimidos de un narcótico suave
- Elemento sorpresa
-Café
PD: y tres buenas ideas gracias al primer ingrediente.

jueves, 25 de junio de 2009

Oda del noctámbulo

“Amanece tan pronto…

Miércoles por la noche. Récord absoluto. A las doce en punto de la noche, el episodio piloto de una serie muy prometedora consigue que cierre los ojos. Demasiadas horas sin descansar, demasiados parpadeos. El protagonista le acababan de diagnosticar cáncer de pulmón terminal. Quizás haya sido una influencia: los cigarrillos se amontonan en mi cenicero formando una anaranjada montaña de filtros.

Ella me ha recomendado un estudio serio. Para que lo controle mejor y pueda reflexionar sobre mis movimientos nocturnos. Así descubrirá el problema. Milagro: me levanto a las ocho y media de la mañana. Creo que en mi vida me he aburrido más. Imágenes, música suave, zumbidos. Puro y dulce caos. Suelo amarlo menos cuando acompaña al dolor de mi cabeza. La noche es suave, ¿por qué no disfrutarla?

Hoy hay mucho de nada que hacer. Quizás debería aprovechar para cortarme el pelo, sale a raudales por cualquier extremo por donde puedo mirar. Y si tuviera un ojo en la nuca, probablemente descubriría que el ejército casposo va ganándole la batalla a mi nuca por goleada. Mejor lo pospongo. No me siento con la fuerza moral necesaria como para volver a casa enrabietado, escuchando heavy metal a toda pastilla mientras invoco el nombre de Satanás para comentar el destrozo de turno.

Jueves por la noche
. Vuelvo a las andadas, tendré que comentarlo en el tablón de la grandísima boba. Me cuesta creer que si digo la verdad no me impondrá un castigo supremo, bien sea retirar el ordenador de su plaza fija o tirar la televisión por la ventana. Con un aparato que crea imágenes así como las destruye, que excita los sentidos a la vez que duerme el cerebro (una vez vi una comparativa entre un cerebro lector y otro televidente, el resultado era penoso), que ofrece todo un mundo lleno de asquerosas posibilidades, ¿quién puede resistirse a un caramelo?

En realidad no me importa un carajo. De hecho, y aunque me duela estar de acuerdo con Pimpinela Escarlata (esa que contesta un murmullante “vale” a cada uno de mis monosílabos), estoy convencido de que sin ningún suplemento lograría conciliar el sueño sin demasiada dificultad. Es más, me quedaría la música. La raspada voz de Ray Charles sirve para dormir, lo he comprobado. Temas orquestales y demás jácara.

En tu casa o en la mía, con Lorena Verdún y no sé quién más. Ese programa de radio fue el principio del fin en cuanto a mis noches noctámbulas se refiere. Joder, era un programa divertidísimo para un chaval de doce años. La mayoría de las llamadas que atendía la sexóloga en directo giraban en torno a los mismos temas (¿Con penetración anal puedo quedarme embarazada? ¿Si mi novio se pone cocaína en la punta de capullo, aumentaremos el placer? ¿Esa cosita danzante se mete en el arete que tengo entre las piernas, moza?), aunque una vez se superaron a sí mismos. Recuerdo que era un programa especial, y cambiaron el estudio habitual por otro con capacidad para recibir público. Aquello se me quedó incrustado en la memoria. No sé qué coño celebraban (¿El día del erótico pastel de boda?), pero el caso es que después de que un joven voluntario mostrara a los ciegos oyentes la correcta forma de poner un preservativo, un fulano llamó, aparentemente muy preocupado por un hecho que le tenía en ascuas:

— Verás, Lorena, es que yo ahora tengo novia, pero antes no tenía. Y cómo no tenía y era virgen, un amigo me recomendó metérsela a un melón- Aquí la multitud retenía el aliento antes de partirse la caja torácica a carcajada limpia en masa -, me dijo que la sensación era parecida. Y yo lo hacía siempre que podía, y me gustaba. Pero me eché novia, y ahora hago el amor con ella lo mismo que antes con el melón. Pero verás…Es que ahora, cuando lo estoy haciendo con mi novia…¡¡ Pienso en el melón!!
— ¿Cómo que piensas en el melón? ¿Qué quieres decir? — Respondía una Srta. Verdún escandalizadísima y divertida a la vez.
— Pues eso. Es que me gusta más que hacerlo con mi novia. Y me tienes que ayudar, Lorena, porque yo ya no sé qué hacer, si dejarla, si volver con el melón…”

No recuerdo más, salvo la carcajada de todo un público, imagino, revolcado por los suelos de pura risa. No sé cómo acabaría la llamada el pobre muchacho, pero probablemente esa mañana madrugó para ir temprano a su frutería favorita(seguro que estábamos en temporada).

Pobre tío. Ni yo a los doce años, suspirando por los primeros deseos hormonales de mi vida, había llegado a esos extremos. Sandías si acaso, hombre. O botes de mermelada, como decía aquel...

El programa empezaba a las doce, lo suficiente para desvelarme un par de horas entre anuncios y canciones de relleno, aunque estoy seguro de que al final de ese año escolar era el único alumno de clase que supiera colocarse un DIU correctamente.

Pero volvamos a los hechos. Viernes por la mañana. Lo he vuelto a hacer. El tío del cáncer ha decidido hacer algo útil con su vida y se dispone a fabricar cristal de metanfetamina en una caravana. Genial, dos de las cosas que me apasionan: una droga dura y una caravana. Quizás esta serie no sea tan coñazo como había supuesto. Pondré una postdata en el estudio para notificarlo como elemento de distracción importante.

El caso es que hace más o menos cuarenta minutos decidí dormirme a la vez que acababa el episodio, y me di la vuelta perezoso entre ese lio de manta, almohadones y colcha que es mi cama. Y me forcé a cerrar los ojos. Y, por un segundo, creí oír una respiración. Abrí los ojos, comprendí, y volví a cerrarlos. Tu no estabas allí, pero con los ojos cerrados, cualquier cosa es posible.

…Y yo estoy tan solo”

domingo, 21 de junio de 2009

El Mojito de Dexter y el Chino del Ché


Hace relativamente poco, y motivado por las grandes cantidades de aburrimiento entre horas de estudio crepusculares, decidí volver a ver una de mis series favoritas en los últimos tiempos: las desventuras de nuestro querido amigo pelirrojo Dexter (Dex para los amigos) y su afán por calmar esa ansia asesina que le reconcome cada poco tiempo. Creo que fue el hecho de ver que en Francia la serie está cosechando un éxito arrollador, o quizá sencillamente me apetecía volver a encontrarme con mi amigo el plastificador.

Así que me puse a ello con empeño (después de haber vuelto consecuentemente sobre los pasos de Michael C. Hall para verle en A Dos Metros Bajo Tierra), paladeando hasta los títulos de crédito, volviendo pronto a reírme con su fino humor negro, la pavería de su hermana Deb, cuya costumbre de tirarse a todo homo circundante a su área es poco menos que irrisoria, la maestría de las reflexiones de un asesino en serie con las que, sorprendentemente, mucha gente se siente identificada, y los conflictos de este por encontrar su camino. Y por supuesto, ese rollito cubanito de Miami, que incluye banda sonora y a la mitad del reparto de la serie.

Ah, con eso llegamos al quid de la cuestión. La primera vez que vi la serie fue en versión original, bien subtitulada por gente que, aún cuando la serie no creaba tanta expectación como Lost o House, ponía un gran esfuerzo en hacerlo rápido y efectivamente. Bueno, el caso es que Dexter- al igual que Perdidos- no es una serie cuyos diálogos sean demasiado complicados de seguir, ¿o es que alguien ha intentado seguir las ironías del Dr. House o un diferencial en V.O. sin pegarse una buena ostia en lo que creían un nivel de inglés decente?

El caso es que cuando ví que ya estaban disponibles los capítulos en castellano, decidí verlo ya bien doblado y corregido, aunque el doblador de Dexter no acabase de convencerme. Y llegó el horror: las voces de todos los personajes cubanos habían sido también dobladas al castellano, dejándoles reducidos a meras cenizas de la fuerte personalidad con la que impregnaban la serie. Además, en su afán por destrozar la serie, no se distinguía cuando los personajes hablaban en castellano en la V.O., lo que provocaba serios disgustos a la lógica de cualquier espectador. En fin, ¿qué les habría costado contratar a dos o tres cubanos para que doblasen las voces? ¡Qué coño, si hasta podrían darle trabajo a Dinio!

En fin, que sin su salsa, la serie perdía algo, aunque esa escena en el crucero con Dexter actuando con el fondo de Changes de Bowie sonando en el iPod de la víctima sigue siendo de lo mejorcito. A propósito, y haciendo memoria, entono ahora un mea culpa: Hernán Casciari ya advirtió del pésimo doblaje hace mucho tiempo en su blog- hasta dos veces-, con mucho mas tino que yo (tengo la desgracia de no ganarme la vida con esto ni tener un poco de talento para ello).

Conectando con el rosho cubano y el argento de Casciari, diré que ayer caí en otro tentación recurrente y visualizé las dos películas que Steven Soderbergh rodó sobre Ernesto “Ché” Guevara, El Argentino y Guerrilla. Y es que cualquiera con dos dedos de frente se plantearía ver una película biográfica de un líder guerrillero pagando en un cine, podría pensar que era un poco contradictorio. En fin, que me tragué las cuatro horas casi seguidas, en la mejor tradición friki. Y ya supondrán que no habría visto la segunda si no me hubiera convencido la primera.

El tratamiento documental que tiene toda la película la hacen fascinante de principio a fin, sin excepción: las silenciosas escenas en la selva, los pasajes bien seleccionados para comprender la fuerte personalidad del Ché, la batalla de Santa Clara, el silencio absoluto, la magnífica caracterización de todos los personajes(Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, etc).

En Guerrilla, Benicio del Toro simplemente se sale. Aunque en un principio me chocó ver a un Ché con los ojos tan achinados, tras una hora de película queda claro que no había candidato mejor para interpretarle. Eclipsa a todos los demás, incluyendo a los actores españoles presentes en la producción, como Oscar Jaenada o Jordí Molla.

La película solo recorre la faceta de guerrillero del argentino, sin mencionar juventud (para eso ya están los Cuadernos de viaje), su vida en Cuba después de la revolución o la desastrosa campaña del Congo. Por no estar, no aparece ni la entrada en La Habana (para eso ya está la segunda parte de El Padrino, supongo).

En cualquier momento esperas ver un estallido de música, y al Ché liderando una facción rebelde o sobreviviendo a la muerte amenazante en primera persona. Pero no es cine de Hollywood. Es la vida.

Termino con la sinopsis de otra película que ayer me dejo bastante patidifuso. Se llama Pudor y dice así: “Los personajes de esta historia son los miembros de una familia de clase media con problemas: un hombre que va a morir, una mujer que recibe anónimos eróticos, un hombre mayor a quien el amor tiende una última oportunidad, una adolescente que intenta superar las dudas que le genera la pubertad y un niño que ve fantasmas.”

¿Soy solo yo o hay una parte que no encaja para nada con el resto?

Joder, me imagino a la mujer recibiendo esos anónimos mientras el niño se pasea por la casa gritando: “Frecuentemente veo mueeeertos…”

Cosas veredes.

sábado, 13 de junio de 2009

Mirese el martini

— Jefe, ponte otra por aquí.

E iba ya por la octava. El bar estaba oscuro, pero aun se podían distinguir distintas sombras indefinidas que se movían como pequeños duendes atareados en vaciar el contenido de sus vasos con un grado de eficiencia digno de un estibador irlandés. El parecía dispuesto a seguir el ejemplo del Sr. Morrison y a pedirle al camarero que le dejara dormir en su cocina de almas, pero este parecía bastante reacio a ello, ya que agarraba la escoba con ademán amenazante, listo para limpiarle la cara al primero que se pasara de listo echando babas encima de alguna de las numerosas mesas que había en el local.

Volvió a mirar a su alrededor. Curioso, una de las formas oscuras despuntaba definiéndose hacía el. Una sombra morena con unos ojos de un verde moteado de marrón y numerosas pecas recorriendo su rostro, que convertían su mirada morbosa en algo más que en simple picardía, se acercaba despacio hacia él. Le observó un momento y sonrió de la misma forma en que podría haberlo hecho Robespierre mientras recogía la cesta de mimbre con la real cabeza.

Consiguieron entablar conversación por encima del ruido de la música y la dislexia habitual en bebedores compulsivos. Nada original: obviamente, ambos iban por ahí, apartados de su propio grupo de amigos en cuanto se giraron a saludar a un conocido, aunque nunca demasiado lejos del tequila y el limón. Se acercaron a la barra con ánimo de pedir la penúltima, y el camarero les sirvió a condición de que se fueran inmediatamente después, no sin antes entornar los ojos con desdén hacía él, como si no fuera la primera vez que le veía terminar la noche en tan buena compañía.

Abrió la puerta del bar con cierta dificultad, pegado como iba a la lengua de la chiquilla, mientras esta fingía buscar su mechero en el bolsillo de atrás de sus vaqueros con cierta impaciencia. La noche era cálida con una ligera brisa, perfecta para disipar vapores alcohólicos y levantar un poco la falda de una mujer sin que se diera cuenta. El propuso su casa mientras miraba con claridad a la chica por primera vez a la luz de una farola cercana: parecía exhausta y a la vez dispuesta, con una expresión felina en el rostro.

En ese preciso momento él se tambaleo ligeramente, mostrándole a las claras que no estaba demasiado dispuesto para llegar muy lejos a pie. Ella lo adivinó, y lo llevo de la mano hasta un bloque de edificios cercano al bar. Mientras, él buscaba sin darse apenas cuenta por el bajo ombligo de ella, provocando su sonrisa, reflejante de una luna que se alzaba perezosa sobre ellos, brillante como nunca y acogedora como siempre.

Subieron en el ascensor entre sudores fríos y pequeños gemidos. Él no cesaba de empujar su cintura contra la de ella con ansiedad, buscando su tácita aprobación, su salvajismo innato. Ella reaccionaba bien, moviéndose acompasadamente y buscándole entre los pantalones con una mano mientras la otra le agarraba firmemente por la nuca.

Llegaron por fin al piso indicado, demorándose bastante con la puerta entreabierta. Ella se concentró en la difícil tarea de buscar sus llaves mientras las manos de él buscaban oro debajo de su tanga y su cintura se le clavaba sin piedad, mientras su boca le devoraba el cuello con salvajismo.

Entraron casi al trote en la habitación de ella, entre risas y susurros divertidos. Parecía estar especialmente dispuesta para lo que iba a ocurrir, ya que un par de velas estaban colocadas en el escritorio, sin ocultar un par de preservativos a su lado.

Cayeron en la cama a toda velocidad, mientras se esforzaban por desvestirse el uno al otro con la mayor rapidez posible. Sobre este particular nada hay escrito: manos, pies, dientes; todo vale para deshacerse de todas las prendas lo antes posible.

El se puso encima, dispuesto a terminar aquella noche de sábado con un clímax en toda regla. Listo para soltarlo todo, como quién dice. Y en el preciso momento en el que la lengua de ella se paseó muy cerca de su campanilla, eso fue, sin previo aviso, lo que hizo con toda exactitud: dos martinis de aperitivo, una pinta de cerveza rubia, dos whiskys con coca-cola, tres chupitos de tequila con limón y un vodka-limón salieron a toda velocidad por el mismo sitio por el que habían entrado, provocando una pequeña catarata que fue a parar al interior de la garganta de ella primero, para después pasearse con placer por su cuerpo desnudo y deslizarse entre las sábanas hasta el suelo, completando una escena tan repulsiva como dantesca.

Ella no tardó en salir despedida hacia el baño para hacer lo correspondiente a tan grata muestra de afecto, mientras él observaba mareado la obra artística que había creado sin aparente esfuerzo y se planteaba diversas forma de suicidio sin dolor.

Si beben, no conduzcan. Si conducen, no beban. Y si pretenden follar en mal estado, mejor excúsense, disimulen, digan que con mucho alcohol no pueden levantar grandes pesos como los disponibles, esperen, y aunque sea con la peor resaca del mundo, háganlo por la mañana. La oscuridad del amanecer ahorra accidentes domésticos y asesinatos imprudentes. Avisados quedan.

jueves, 4 de junio de 2009

Así...







"Esto es para ******** (espero que sigas escribiendo, por y a pesar de todo) con cariño de N. Vegas"


Así cualquiera se motiva.