En noches así, las negaciones y el calor se alian para destruir cualquier esperanza, futura o inmediata, que pudiera tener de conciliar el sueño. Qué alivio. Pensaba que después de tanto tiempo incomunicado con la hoja se me habría olvidado teclear, pero parece que mis escasas cualidades siguen intactas. Bien por mí. Mal por mis meñiques, que sigo sin utilizar. Con los años, el resto de mis dedos ha desarrollado una fuerza considerable en comparativa, así como una tendencia al crujido no apta para los aficionados a la dentera fácil.
Esto es mejor que cualquier droga que pueda conseguir con mi limitado presupuesto. El blanco total - y absoluto, que diría un estudiante con ínfulas(notesé la ambición del término) de literraro* -, relajado y dispuesto. Aunque lo parezca, no hablo de mi mente, siquiera del proyecto de la misma, sino de un nuevo editor de texto que estoy probando ahora mismo. Cómo suponía, posee su propio formato, lo que a largo plazo lo convertirá en un engorro, pero resulta clarificador en más de un sentido. Además, a cada letra que escribo lo acompaña un sonidito cadencioso que me motiva a seguir redactando un informe completo de cada chorrada que se me pase por la cabeza. No sé que más podría pedir.
Ayer estuve recolectando personas a mi red social favorita. Esa que mantengo, actualizo y mimo como si fuera el escaparate hacia el interior de mis calzoncillos. Todo porque tengo planeado dejar a la otra, que nunca me satisfizo por completo. Siempre me gustó más esa furcia extranjera, dónde el rubor de la familia podía alcanzarte facilmente, dónde los puteros internacionales podíamos comunicarnos de forma más sencilla. Y sigo recolectando almas para mi escaparate como si al llegar a un número predeterminado fueran a concederme un diploma y un cheque con una cifra obscena.
Como mi aburrimiento se prolongaba hacia el inconmensurable mundo de la tostada universal, curiosée un rato por mi ramera nacional, hallando el blog personal de un amigo de infancia. Como tantos otros, no ha podido resistirse a la tentación de crear una bella estampa de su estancia Erasmus en un país nórdico, para comentar al mundo(entiéndase admiradores, amigos, y algún putero despistado) lo bella que es la vida. Y en algo más de media hora de lectura atenta pero desmotivada, descubrí una triste realidad: mi amigo, pese a ser virtualmente un genio absoluto en todo lo que se proponga(uno de esos tipos que te hacen pensar en lo jodido que estás y en la mierda de vida que llevas), tiene los mismos patrones de personalidad, escritura y humor que tenía a los trece años. Risas derivadas de la onomatopeya ibérica y dejes rancios, referencias culturales dignas de un recopilatorio generacional, y una sonrisa tonta que vira en carcajada cuando entra en lo sexual o escatalógico. O en lo sexualmente escatológico. O en lo escatológicamente sexual. Que sabré yo, si manejo un humor digno de un patio de recreo yonqui.
La verdad, todo aquello, una vez superados los primeros sentimientos(ternura de ver cómo van las cosas en "el camino habitual", alegría por las noticias instrascendentes, etc.), logró que me quisiera un poco más, debido, como es obvio, al asco y la tristeza que otro ser del planeta - en este caso, mi inocente amigo - me causaba. Dirán que es un juicio estúpido y no merece consideración. Y en frío, claudicaré y daré la razón(o razones) que caven mi locura como corresponde a los seres sin corazón. Pero en mi interior siempre estaré regocijándome de placer, como el resto. Porque solo intento comprenderlo.
¿Qué? Antes de que se me olvide, querría dedicar un párrafo a los Erasmus: me cago en vosotros. Me cago en vuestras fiestas, en vuestros países de acogida, en vuestro plan de estudios de risa, en vuestras amistades internacionales, en vuestras becas y futuros, en vuestros curriculums a medio redactar, en vuestras fotos con el sol decayendo y el mojito en la mano, en vuestros disfraces ridículos, en vuestras ropas adaptadas a vuestro nuevo clima, en vuestros progresos con el idioma extranjero, en vuestros nuevos gustos musicales, en vuestra cooperación universitaria, en vuestros comentarios estúpidos y en vuestras putas ganas de volver a casa. Y ah, en vuestra limitada vida de estudiantes Erasmus.
¿Por qué? Porque no sabéis, ni posiblemente sabréis nunca, lo que es la incertidumbre en un lugar que no es el tuyo. Porque desconocéis rotundamente la realidad del sitio que ocupáis. Porque os quejáis de lo que echáis en falta antes de valorar lo que aún tenéis. Porque tenéis un motivo claro para marcharos, y uno aún más cristalino para volver. En resumen, porque no tenés ni puta idea. Porque yo siento como si acabara de cruzar un océano a golpe de remo, y vosotros hacéis piragua en el Mar Muerto teniendo cuidado de no salpicaros. Pero ante todo, es porque tengo mucho odio acumulado. Y nunca se sabe por donde puede salir. Hoy sois vosotros, mañana será otro colectivo al azar(solo espero no equivocarme, publicarme y que un colectivo de activistas tarados salte a mi cuello buscando una justicia no demandada por ningún Dios o sociedad actual).
He vivido durante algún tiempo entre el naipe y el pateo, la incomodidad y la mafia, el berrinche y el extásis. Y sinceramente, no me arrepiento de nada. El orgullo no me ciega, pero a estas alturas, no alcanzo a ver bien de lejos. Lo peor de todo es, supongo, que no veo por dónde se da la vuelta.
* Esto era una errata, ahora es un neologismo. Voy a abrazarme un rato delante de un espejo.