martes, 8 de septiembre de 2009

Conexiones desde un agosto en Angosta

Nota introductoria: esta podría ser una pequeña confesión motivada por querer evitarme uno de mis sueños, que últimamente – e imagino motivados por su larga ausencia – han pasado del nivel absurdo-tétrico al surrealista-horripilante.

-Conexión-

Siéntate. Cruza las piernas despacio. No quieras hacerlo deprisa, eso no ayudará. Extiende los brazos a lo largo de tus muslos. Déjalas caer. Estira la espalda, no es una postura de relajación. La cabeza recta, eso es. Respira hondo, ya estás listo para empezar.

“Lo que te asusta es que tienes la culpa y lo sabes, más allá de esa mirada perdida en el infinito, ese rictus labial de abatimiento, esos ojos que solo sabían escurrirse siempre hacia el mismo fondo. Te sentiste traicionado. Como un general cuando sus tropas se sublevan en medio de una cruenta batalla. Quizás debieras recordar que hacía seis meses que luchaban sin recibir nada a cambio. El desfallecimiento fue gradual, pero visible. Debiste haberlo previsto”

-Conexión-

Se mueve delicada, y su risa es algo más que cantarina. Quizás solo le falten dos copas para arrancarse por bulerías, pero me da igual. Lo único decente de este lugar es su cielo, y ella lo está señalando con una mirada más que acuosa. Me cae bien.
“Supongo que tienen cosas en común. Una personalidad parecida, un espíritu similar. Por favor, suplico entonces a quién se apiade de mí que me explique como fuí capaz de hacerlo”

-Conexión-

La pobre niña no sabe donde meterse. La que supongo será su madre lleva unos cinco minutos gritándola pero, por alguna razón, soy incapaz de ponerme los auriculares para dejar de escuchar sus graznidos. Mi cabeza no para de zumbar. Debo plantear las cosas de forma convincente o creerá que intento dejarlo por las malas.
Después de mil cortesías habituales en este tipo de relación, lo planteo. Y la respuesta es pura victoria. Adiós, pesadilla de mis mañanas. Adiós.

“Le arrancaría el móvil al primer imbécil que viera sin dudarlo un segundo para gritárselo, loco de alegría. Merece saberlo, pero la circunstancia obliga, cinco horas valdrán por medio año, y yo lo acataré. No es lo que quiero, es lo que creo”

-Conexión final -

Huyendo de la pesadilla, comienzo a vislumbrar salidas muy nítidas. Ahora puedo verlo claro, y sé que merezco lo que tengo. Terminar o empezar son conceptos altaneros. Yo solo vuelvo. Yo vuelvo solo.

“Pero tengo una idea, y todos los implicados saben de mi testarudez*. Veamos si por una vez las cosas salen como yo deseo, si mi plan resulta, aunque no tenga esperanzas de volver. Porque te informaron mal, os informaron mal a todos: no siempre consigo lo que quiero. Aunque siempre sé lo que es.

Feliz final del verano.

-Desconexión -

*Otro diría: “Tengo una razón, y volveré a actuar”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho.

A dijo...

Otra de tus medio novelas... enhorabuena!