miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿Cómo lo harían?

Absorto estoy ante pregunta de tan complicada respuesta. Porque, claro, hoy podemos vivir tranquilos. Está tirado. Las víctimas de cualquier tipo de accidente, un deprimido oficinista, un delantero negado ante el gol o un ama de casa* desesperada en la rutina de sus quehaceres pueden sentirse reconfortados, ya que su tortura siempre será comprendida, analizada y tratada.

Es sencillo. Solo tienen que levantar la primera piedra que vean , y un eficiente psicólogo brotará cual baobab para ayudarles.

Este hecho te hace plantearte cosas. Sobre todo, como se las apañaban en la Antigüedad con las neuras, los traumas o las paranoias. Y me lo intento imaginar.

Héctor, principe troyano, se encuentra debatiendo en junta el consejo que le han dado tras darle matarile a Patroclo, amigo y amante del héroe griego Aquiles, tomándolo por este al llevar puesta su armadura. Se le insta a quedarse en la ciudad, pero Héctor, humano y valiente, contesta:

"Mañana, al apuntar la aurora, vestiremos la armadura y suscitaremos un reñido combate junto a las cóncavas naves. Y si verdaderamente el divino Aquileo se propone salir del campamento, le pesará tanto más, cuanto más se arriesgue, porque me propongo no huir de él, sino afrontarle en la batalla horrísona; y alcanzará una gran victoria, o seré yo quien la consiga. Que Ares es a todos común y suele causar la muerte del que matar deseaba."*

Sin embargo, a Héctor tiene dudas. Sabe de lo que es capaz su rival. Su condición de semidios lo hace practicamente invulnerable. Parece que solo le pica un poco cuando le dan en el ort...talón, y no deja de ser preocupante el pequeño cabreo que se ha cogido por la muerte de su amigo.

El miedo se deja oler. Los animales conocen su aroma, actúan en consecuencia. Por eso, cuando Héctor se retira al fin a descansar, de las sombras surge una figura que consigue sobresaltarle. Se trata de un hombre pequeño y abigarrado, de profunda mirada - parece poder apreciar incluso su propio vacío - que se mueve con la filantropía que caracteriza a los de su profesión. Héctor le mira con curiosidad. Efectivamente, se trataba de un psicólogo. Y no tardó en abrir su pequeña y desdibujada boca:

- Holaaa, me llamo Fermín, ¿cómo estamos?

- Hombre, pues he estado mejor, la verdad.

- ¿Cómo es eso? Cuénteme, ya sabe que el EUFMET** ahora cuenta con un especialista para ayudar en cualquier sentido. Además, con esta guerra que ya está durando un ratillo, nuestras competencias se extienden más de lo habitual. Ya sabe.

- Pues mire, es que hoy he cometido un pequeño error de apreciación, y temo que me salga cara la broma, ¿sabe?

- Puedes confiar en mí. Estoy a tu entera disposición.

- Ya. Si. Bueno. A lo mejor lo ha oido ya. Me he cargado a un tipo tomándole por otro, y ahora ese otro me quiere buscar las cosquillas, no sé si me explico.

- Ahhhhh pillín, ¿has sido tú? Si, algo he oido comentar algo a un rubiales desde el campamento griego. No se qué de arrastrar un cadáver en un carro. Creo que estaba de coña, de todas formas.

- Eso espero. De todas formas, me preocupa.

- Debes centrarte en tus habilidades, Hércules, y...

- Me llamo Héctor.

- Lo que tu digas, Hércules. Si te quieres cambiar de sexo estás en tu derecho. Y que nadie te diga lo contrario. Pero hablemos del tema, parece que te resulte incómodo. ¿Cuál es tu temor?

- Que mi enemigo es un semidios practicamente invulnerable, y eso me complica un poco el tema de darle matarile, ¿sabes?

- Vaaaale. Creo que estás considerándolo desde un punto de vista negativo, Herc. Vamos a hacer una cosa. Durante esta próxima semana, quiero que todas las mañanas te levantes, te mires al espejo y te repitas: "No dejaré que Aquiles me robe el bocata a la hora del recreo".

- ¿Hay algo de los conceptos "semidios" e "invulnerable" que se le escape?

- En absoluto, Hércules. Si crees en tus posibilidades, no deberías tener sentir ningún embarazo para presentarte al concurso de Miss Troya de este año. Aunque dicen por ahí que hay una tal Helena que está pegando fuerte. Pero qué quieres que te diga, si andamos fichando extranjeras a estas alturas...¿Por cierto, tu madre te gusta?

Tras esta amena escena, Héctor quedó sumido en profundas reflexiones. Sumergió la cabeza entre sus brazos, y no pudo evitar que todo su cuerpo temblara. Después de un rato pareció calmarse. Sereno y heroico, contempla su espada, que tantas victorias le ha dado. Sin apenas inmutarse, y con un gesto seco y preciso, secciona limpiamente la cabeza de Fermín de su cuerpo, rebotando esta varias veces antes de pararse a cierta distancia. Su expresión conserva la devoción del trabajador. Y mientras nuestro héroe, mas tranquilo, vuelve a envainar, se produce un milagro que demuestra la magnitud de la empatía profesional de Fermín. Simultaneamente, héroe y decapitado declaran para la posteridad:

- Me voy con la satisfacción del deber cumplido.


* Homero, Ilíada XVIII.
** Equipo de Urgencias del Futuro Montón de Escombros de Troya.

* Ama por estadística, no por justicia.

PD: Esto no es una crítica a la psicología. Ni siquiera es una crítica a los psicólogos. Si lo es a algunos de ellos, a la futilidad de su presencia en determinadas circunstancias y a la duda de si a veces no crean más problemas de los que resuelven. De todas formas, los que mas saben sobre psicología jamás se llamaron a si mismos psicólogos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias.