miércoles, 13 de enero de 2010

Cómplice

Tres horas y media, avanzando sudoroso detrás de un hombre vigilante, que a su vez perseguía a un perro. Incluso tan joven entendía que aquello no era mas que un sufrido coñazo para quien no tuviera inclinaciones sádicas. Pero hay que mantener cierto estatus, supongo. Antiguos hombres de negocios, es como una necesidad vital para ellos. Después de veinticinco, treinta o cuarenta años aullando, dispersando testosterona a los cuatro vientos y sintiéndose, al llegar a casa, como alguien digno de sumo respeto, la caza mayor debe ser una especie de sustitutivo consolatorio. Ya no puedo follar, he de cuidarme, pero con paciencia y dos cartuchos, acabaré por joder a alguien.

Al final de la mañana, lograron abatirla. No recuerdo donde la dispararon. No recuerdo quién fue, ni donde estaba yo en ese momento. Pero si recuerdo otras cosas.

Espasmos. Con su cabeza, me golpeaba una y otra vez en el pie mientras moría lentamente, metida de cualquier forma en la parte trasera de un jeep, rodeada de hombres llenos de sudor, orgullo y miedo. Comentando la jugada sin prestar atención al trofeo, que con cada estertor me propinaba un golpe suave pero brusco. No podía mirar, pero tampoco era necesario. Podía sentir su hocico en mi zapatilla derecha una y otra vez hasta que por fin desistió. Nadie se fijó demasiado en lo que decían mis ojos, quizá alguien hizo un comentario, mas guasón que preocupado. Embutido para la comida, y a buscar fuego. Esta noche el Neanderthal tiene comida en la mesa. Perdón, entretenimiento asesino en el cerebro.

Con el tiempo, ese recuerdo ha acudido a mi varias veces. Siempre lo relaciono con aquella película, aquella de ese chico que logra nacer pese a que su madre recibe un rayo durante un embarazo, convirtiéndose posteriormente en una especie de enfermo de cáncer con superpoderes. Una escena concreta. Un ciervo muerto, el apoyando una mano en su cuello, y asiendo fuertemente con la otra al cazador, haciéndole sentir la agonía del animal. Nunca supe el título, pero a raíz de mi propia experiencia y deseo, asocio las imágenes consecutivamente.

Hace poco estuve mirando fotos de Navidad, y me sorprendió la primera. En un lugar del camino, habitual en mi viaje, hay un restaurante, cerca de una casa particular. La parte cercana al parking tiene dos jaulas: una con perros y otra en la que, habitualmente, hay una cierva.

Había fotografiado a la cierva despacio, buscando algo a través de la valla. Y aunque tuve varios momentos para lograr algo sencillo y bello, no disparé hasta que me miro, con una de las barras de la jaula tapando sus ojos. Entonces lo hice. No estaba seguro de la razón hasta hoy.

No quiero que me mire.

4 comentarios:

Friolera dijo...

Resulta histérico incluso tratándose de alguien como tú pero es de lo más sano que te he visto hacer (en mucho tiempo, al menos). Digno del más sincero animalista. Mis felicitaciones.

PD: el seudónimo sabes que no es un descuido.

Anónimo dijo...

la peli se llama podwer creo

Anónimo dijo...

powder,no podwer, me equivoqué
http://www.filmaffinity.com/es/film642980.html

Sturm dijo...

Gracias, anónimo :)