domingo, 21 de junio de 2009

El Mojito de Dexter y el Chino del Ché


Hace relativamente poco, y motivado por las grandes cantidades de aburrimiento entre horas de estudio crepusculares, decidí volver a ver una de mis series favoritas en los últimos tiempos: las desventuras de nuestro querido amigo pelirrojo Dexter (Dex para los amigos) y su afán por calmar esa ansia asesina que le reconcome cada poco tiempo. Creo que fue el hecho de ver que en Francia la serie está cosechando un éxito arrollador, o quizá sencillamente me apetecía volver a encontrarme con mi amigo el plastificador.

Así que me puse a ello con empeño (después de haber vuelto consecuentemente sobre los pasos de Michael C. Hall para verle en A Dos Metros Bajo Tierra), paladeando hasta los títulos de crédito, volviendo pronto a reírme con su fino humor negro, la pavería de su hermana Deb, cuya costumbre de tirarse a todo homo circundante a su área es poco menos que irrisoria, la maestría de las reflexiones de un asesino en serie con las que, sorprendentemente, mucha gente se siente identificada, y los conflictos de este por encontrar su camino. Y por supuesto, ese rollito cubanito de Miami, que incluye banda sonora y a la mitad del reparto de la serie.

Ah, con eso llegamos al quid de la cuestión. La primera vez que vi la serie fue en versión original, bien subtitulada por gente que, aún cuando la serie no creaba tanta expectación como Lost o House, ponía un gran esfuerzo en hacerlo rápido y efectivamente. Bueno, el caso es que Dexter- al igual que Perdidos- no es una serie cuyos diálogos sean demasiado complicados de seguir, ¿o es que alguien ha intentado seguir las ironías del Dr. House o un diferencial en V.O. sin pegarse una buena ostia en lo que creían un nivel de inglés decente?

El caso es que cuando ví que ya estaban disponibles los capítulos en castellano, decidí verlo ya bien doblado y corregido, aunque el doblador de Dexter no acabase de convencerme. Y llegó el horror: las voces de todos los personajes cubanos habían sido también dobladas al castellano, dejándoles reducidos a meras cenizas de la fuerte personalidad con la que impregnaban la serie. Además, en su afán por destrozar la serie, no se distinguía cuando los personajes hablaban en castellano en la V.O., lo que provocaba serios disgustos a la lógica de cualquier espectador. En fin, ¿qué les habría costado contratar a dos o tres cubanos para que doblasen las voces? ¡Qué coño, si hasta podrían darle trabajo a Dinio!

En fin, que sin su salsa, la serie perdía algo, aunque esa escena en el crucero con Dexter actuando con el fondo de Changes de Bowie sonando en el iPod de la víctima sigue siendo de lo mejorcito. A propósito, y haciendo memoria, entono ahora un mea culpa: Hernán Casciari ya advirtió del pésimo doblaje hace mucho tiempo en su blog- hasta dos veces-, con mucho mas tino que yo (tengo la desgracia de no ganarme la vida con esto ni tener un poco de talento para ello).

Conectando con el rosho cubano y el argento de Casciari, diré que ayer caí en otro tentación recurrente y visualizé las dos películas que Steven Soderbergh rodó sobre Ernesto “Ché” Guevara, El Argentino y Guerrilla. Y es que cualquiera con dos dedos de frente se plantearía ver una película biográfica de un líder guerrillero pagando en un cine, podría pensar que era un poco contradictorio. En fin, que me tragué las cuatro horas casi seguidas, en la mejor tradición friki. Y ya supondrán que no habría visto la segunda si no me hubiera convencido la primera.

El tratamiento documental que tiene toda la película la hacen fascinante de principio a fin, sin excepción: las silenciosas escenas en la selva, los pasajes bien seleccionados para comprender la fuerte personalidad del Ché, la batalla de Santa Clara, el silencio absoluto, la magnífica caracterización de todos los personajes(Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, etc).

En Guerrilla, Benicio del Toro simplemente se sale. Aunque en un principio me chocó ver a un Ché con los ojos tan achinados, tras una hora de película queda claro que no había candidato mejor para interpretarle. Eclipsa a todos los demás, incluyendo a los actores españoles presentes en la producción, como Oscar Jaenada o Jordí Molla.

La película solo recorre la faceta de guerrillero del argentino, sin mencionar juventud (para eso ya están los Cuadernos de viaje), su vida en Cuba después de la revolución o la desastrosa campaña del Congo. Por no estar, no aparece ni la entrada en La Habana (para eso ya está la segunda parte de El Padrino, supongo).

En cualquier momento esperas ver un estallido de música, y al Ché liderando una facción rebelde o sobreviviendo a la muerte amenazante en primera persona. Pero no es cine de Hollywood. Es la vida.

Termino con la sinopsis de otra película que ayer me dejo bastante patidifuso. Se llama Pudor y dice así: “Los personajes de esta historia son los miembros de una familia de clase media con problemas: un hombre que va a morir, una mujer que recibe anónimos eróticos, un hombre mayor a quien el amor tiende una última oportunidad, una adolescente que intenta superar las dudas que le genera la pubertad y un niño que ve fantasmas.”

¿Soy solo yo o hay una parte que no encaja para nada con el resto?

Joder, me imagino a la mujer recibiendo esos anónimos mientras el niño se pasea por la casa gritando: “Frecuentemente veo mueeeertos…”

Cosas veredes.

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