jueves, 25 de junio de 2009

Oda del noctámbulo

“Amanece tan pronto…

Miércoles por la noche. Récord absoluto. A las doce en punto de la noche, el episodio piloto de una serie muy prometedora consigue que cierre los ojos. Demasiadas horas sin descansar, demasiados parpadeos. El protagonista le acababan de diagnosticar cáncer de pulmón terminal. Quizás haya sido una influencia: los cigarrillos se amontonan en mi cenicero formando una anaranjada montaña de filtros.

Ella me ha recomendado un estudio serio. Para que lo controle mejor y pueda reflexionar sobre mis movimientos nocturnos. Así descubrirá el problema. Milagro: me levanto a las ocho y media de la mañana. Creo que en mi vida me he aburrido más. Imágenes, música suave, zumbidos. Puro y dulce caos. Suelo amarlo menos cuando acompaña al dolor de mi cabeza. La noche es suave, ¿por qué no disfrutarla?

Hoy hay mucho de nada que hacer. Quizás debería aprovechar para cortarme el pelo, sale a raudales por cualquier extremo por donde puedo mirar. Y si tuviera un ojo en la nuca, probablemente descubriría que el ejército casposo va ganándole la batalla a mi nuca por goleada. Mejor lo pospongo. No me siento con la fuerza moral necesaria como para volver a casa enrabietado, escuchando heavy metal a toda pastilla mientras invoco el nombre de Satanás para comentar el destrozo de turno.

Jueves por la noche
. Vuelvo a las andadas, tendré que comentarlo en el tablón de la grandísima boba. Me cuesta creer que si digo la verdad no me impondrá un castigo supremo, bien sea retirar el ordenador de su plaza fija o tirar la televisión por la ventana. Con un aparato que crea imágenes así como las destruye, que excita los sentidos a la vez que duerme el cerebro (una vez vi una comparativa entre un cerebro lector y otro televidente, el resultado era penoso), que ofrece todo un mundo lleno de asquerosas posibilidades, ¿quién puede resistirse a un caramelo?

En realidad no me importa un carajo. De hecho, y aunque me duela estar de acuerdo con Pimpinela Escarlata (esa que contesta un murmullante “vale” a cada uno de mis monosílabos), estoy convencido de que sin ningún suplemento lograría conciliar el sueño sin demasiada dificultad. Es más, me quedaría la música. La raspada voz de Ray Charles sirve para dormir, lo he comprobado. Temas orquestales y demás jácara.

En tu casa o en la mía, con Lorena Verdún y no sé quién más. Ese programa de radio fue el principio del fin en cuanto a mis noches noctámbulas se refiere. Joder, era un programa divertidísimo para un chaval de doce años. La mayoría de las llamadas que atendía la sexóloga en directo giraban en torno a los mismos temas (¿Con penetración anal puedo quedarme embarazada? ¿Si mi novio se pone cocaína en la punta de capullo, aumentaremos el placer? ¿Esa cosita danzante se mete en el arete que tengo entre las piernas, moza?), aunque una vez se superaron a sí mismos. Recuerdo que era un programa especial, y cambiaron el estudio habitual por otro con capacidad para recibir público. Aquello se me quedó incrustado en la memoria. No sé qué coño celebraban (¿El día del erótico pastel de boda?), pero el caso es que después de que un joven voluntario mostrara a los ciegos oyentes la correcta forma de poner un preservativo, un fulano llamó, aparentemente muy preocupado por un hecho que le tenía en ascuas:

— Verás, Lorena, es que yo ahora tengo novia, pero antes no tenía. Y cómo no tenía y era virgen, un amigo me recomendó metérsela a un melón- Aquí la multitud retenía el aliento antes de partirse la caja torácica a carcajada limpia en masa -, me dijo que la sensación era parecida. Y yo lo hacía siempre que podía, y me gustaba. Pero me eché novia, y ahora hago el amor con ella lo mismo que antes con el melón. Pero verás…Es que ahora, cuando lo estoy haciendo con mi novia…¡¡ Pienso en el melón!!
— ¿Cómo que piensas en el melón? ¿Qué quieres decir? — Respondía una Srta. Verdún escandalizadísima y divertida a la vez.
— Pues eso. Es que me gusta más que hacerlo con mi novia. Y me tienes que ayudar, Lorena, porque yo ya no sé qué hacer, si dejarla, si volver con el melón…”

No recuerdo más, salvo la carcajada de todo un público, imagino, revolcado por los suelos de pura risa. No sé cómo acabaría la llamada el pobre muchacho, pero probablemente esa mañana madrugó para ir temprano a su frutería favorita(seguro que estábamos en temporada).

Pobre tío. Ni yo a los doce años, suspirando por los primeros deseos hormonales de mi vida, había llegado a esos extremos. Sandías si acaso, hombre. O botes de mermelada, como decía aquel...

El programa empezaba a las doce, lo suficiente para desvelarme un par de horas entre anuncios y canciones de relleno, aunque estoy seguro de que al final de ese año escolar era el único alumno de clase que supiera colocarse un DIU correctamente.

Pero volvamos a los hechos. Viernes por la mañana. Lo he vuelto a hacer. El tío del cáncer ha decidido hacer algo útil con su vida y se dispone a fabricar cristal de metanfetamina en una caravana. Genial, dos de las cosas que me apasionan: una droga dura y una caravana. Quizás esta serie no sea tan coñazo como había supuesto. Pondré una postdata en el estudio para notificarlo como elemento de distracción importante.

El caso es que hace más o menos cuarenta minutos decidí dormirme a la vez que acababa el episodio, y me di la vuelta perezoso entre ese lio de manta, almohadones y colcha que es mi cama. Y me forcé a cerrar los ojos. Y, por un segundo, creí oír una respiración. Abrí los ojos, comprendí, y volví a cerrarlos. Tu no estabas allí, pero con los ojos cerrados, cualquier cosa es posible.

…Y yo estoy tan solo”

No hay comentarios: