sábado, 4 de julio de 2009

La paix

Desde un extremo de La paix

Creo que sobre este lugar ya escribí una vez. Supongo que correspondía a una época un poco más surrealista de mi estilo, porque seguro que era pura basura. El lugar merece algo más. Merece respeto.

Permitan que me explique. Si alguna vez pasan por la Gironda, no dejen de verlo. No les aseguró que vaya a ser fácil de encontrar, y probablemente no les llame la atención a primera vista. Pero para mí es único: ¿No han ido caminando un día cualquiera, reflexionando sobre los misterios del universo, y de repente han tropezado con un lugar que parece haber sido concebido para la paz interior?

Yo me encuentro ahora mismo en un lugar así. Sólo hay que caminar un poco, dejando de lado el jardín de los recuerdos, atravesando los cuatro desperdicios urbanos esparcidos aquí y allá, rodeando la iglesia gótica, y adentrándose en la plaza reservada.

Bajando unas escaleras rodeadas de vegetación, dentro de poco impracticables, está el paraíso. El cielo, la punta de la iglesia, y el sonido de un par de centenares de grillos ocultos en la vegetación que cubre la mayor parte del paisaje. No hay demasiado espacio. No existe ninguna flora cautivadora, ninguna flor dorada. Pero, por algún motivo, es infranqueable.

Mentiría si les dijese que es la primera vez que vengo este año. En cuanto llegué y tuve un momento libre, fui, arrojado por la noche en calma. Y, con la oscuridad, el paisaje se vuelve aún más turbador. Y creo que me puse a fantasear.

La habría cogido de la mano durante el murmullo ininterrumpido del salón. Seguro que hubiera estado mirando la pantalla con expresión vacía, agotada después del viaje hacia un lugar desconocido en compañía poco menos que extravagante. Le habría susurrado con precisión, inclinándome sobre ella:

— Ven. Hay algo que quiero enseñarte.

Habría protestado, estoy seguro. Espera a mañana, habría contestado. Pero hay ciertas cosas que no pueden esperar.

La habría arrastrado de los pelos, si hubiera sido necesario. Una vez aquí, se lo habría explicado todo, sin pausas ni titubeos. Y con toda probabilidad, no lo hubiera entendido. Pero hay noches en que la magia funciona por si sola.

Se habría sentado, charlando cansinamente antes de tumbarse en el único lugar disponible para hacerlo aquí abajo. Entonces yo me habría acercado, muy despacio, acariciando su pelo. Y ella habría intuido el peligro, el hechizo que reinaba en aquel lugar:

— Será mejor que volvamos.

¿Y saben qué? Me habría dado igual. Solo quería mostrarle a alguien la paix.

PD: Pendiente de agregar foto del susodicho. Buscaré buena luz.

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